Somos parte de una generación que
se relaciona con un espacio público altamente disciplinado. Nuestras ciudades
se han convertido en herramientas altamente eficaces para pautar y gobernar
nuestras acciones desde su más elemental definición; hoy no somos más seres
autónomos dentro de la ciudad, sino que nos hemos convertido en sujetos
disciplinados y restringidos. Si bien libres y participantes de una democracia,
nos encontramos totalmente atrapados en una ciudad que nos entrega un set de
actividades que podemos o no podemos realizar y más aún, donde podemos y no
podemos realizarlas.
Nuestra respuesta y aproximación
critica al problema, llevado a la arquitectura, plantea un “edificio-plaza”; el
cual pretende ser más que un espacio arquitectónico como tal, para ocupar un
rol creativo frente al usuario. Quien experimente este espacio, deberá pensar,
deberá reconocer las pistas que entregamos y saber resolverlo de forma
creativa, expresando la esencia de la individualidad, de forma de fomentar su
imaginación al recorrerlo y experimentarlo. De este modo, cada cual imaginara y
experimentara “su acción”, por más transitoria que esta sea.
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